jueves, 21 de julio de 2016

De la biblioteca al placer

Estábamos mi amiga y yo aburridas en la biblioteca, estudiando desde no sé qué hora cuando, ya tarde, un chico fijó su mirada en mí. Ese día llevaba una faldita muy corta con la que dejaba ver mis preciosas braguitas a quien se sentara delante de mí aunque solo lo conseguía quien atraía mi atención. No hubo suerte todo el tiempo que estuve estudiando, pero como ya era tarde decidí que necesitaba un poco de acción. Abrí las piernas lentamente para que el chico se diese cuenta… Sus ojos se abrieron como platos, cuando se enteró que no llevaba nada. Su mirada obsesa me excitó.

Mi amiga aburrida de esperar a que hiciese algo el chico, empezó a acariciar mi muslo, metiendo la mano bajo mi falda y me masajeó mi clítoris que ya asomaba solo de la mirada del chico. El jugueteo de mi amiga hizo que de mi boca saliera un pequeño gemido. Ese gemido hizo que al chico se le acumulase la sangre en la polla. Ese bulto que sobresalía del pantalón no pasó desapercibido para mi amiga que empezó a tocarme con más efusividad e hizo que no pudiera resistir otro gemido, este inconfundible para el resto de la sala.

Aquí, mi amiga paró y se puso roja como un tomate pero aún seguía cachondísima, me sugirió  llevarnos al chico a mi casa y hacer un trío. Mi mente estaba demasiado nublada por su toqueteo y acepté. Nos acercamos al chico, él empezó a sudar pero no se movió. Al acercarnos vimos su erección e intentó taparse como pudo pero fue peor. Me acerqué a su oído y le susurré: “Te ha gustado lo que has visto, pues ven a mi habitación con las dos y verás más”. Se levantó sin decir palabra, pude comprobar cómo su calentón había desaparecido o al menos su polla no le delataba.

Al llegar a mi habitación, sentamos al chico en la silla. No era nada del otro mundo así que le  quitamos la ropa y nos empezamos a descojonar. Llevaba unos bóxers que simulaban una biblioteca, “que coincidencia” pensé yo, pero al final lo dejamos desnudo. Su polla estaba tan flácida que parecía un flan. Nos decepcionamos.

Pero al empezar a desnudarnos nosotras, con caricias, lametones y chupetones, la polla le empezó a crecer descomunalmente. Ante el gran asombro nos pusimos más cachondas aun. Yo empecé lamiendo el cuello de mi amiga, bajando por sus enormes pechos, chupando cada pezón y terminando con un mordisquito que hacía que apretase mi cara contra su enorme delantera y casi me ahogase, hasta que resoplaba entre sus tetas y dejaba de presionar. Seguí bajando hasta que llegué a su clítoris, acordándome aún de su trabajito en la biblioteca, y se lo recompensé con mi lengua describiendo círculos sobre él, lentamente, mientras introducía los dedos uno a uno, en su vagina, llegando a su punto G, dedicándole cada segundo a la posición
que masajeaba.

Mientras mi amiga gemía de gusto, el chico se me acercó por detrás y me restregó su polla caliente por mi coño húmedo. De un manotazo la aparté y le dije: “Espera tu turno, aun no te toca”. Agachó la cabeza y lo único que podía hacer eran reprimir sus ganas de entrar en el juego. Ese poder sobre una persona me excitó aun más. Mi amiga se percató de eso e hizo su jugada. Se giró, se puso entre mis piernas y empezamos un ardiente 69. Nuestras lenguas relamían todo lo que tocaban, los jugos nos caían de la boca hasta que entramos en una especie de danza hipnótica que solo paró el ruido de desesperación del chico con su polla a
punto de explotar. Nosotras, aun juguetonas y con las lenguas húmedas, nos acercamos a él y  repasamos el perfil de miembro viril. El chico aguantó nuestros lametones y meneos unos minutos hasta que nos dijo que no podía aguantar más. Gustosa, como anfitriona de la casa, le ofrecí la primera corrida a mi invitada. Ella empezó a chupar hábilmente hasta que extrajo la última gota de placer del cuerpo de ese chico. Vimos como volvía flácida lo que nos produjo una sonrisa, pero sabíamos que era por poco tiempo, que se volvería poner en acción.

Saqué mi herramienta preferida, mi vibrador. Esta vez fue mi amiga la que me lo arrebató de las manos, me tumbó en la cama y me lo metió dentro y luego lo encendió. Esas vibraciones dentro de mí hicieron que me estremeciera de placer. Ella se giró hacia nuestro invitado y le dijo: “¿Qué pasa? Ven y cómeme el coño de una vez”. Despertó de su letargo y se relamió los labios en señal de afirmación. Veía como mi amiga disfrutaba de tener su lengua entre las piernas y yo, envidiosa, me la quité de en medio de las piernas y le hice una señal al chico para que me hiciera lo mismo que a ella, pero mejor. Se acercó a mí lamiendo los fluidos que ya me resbalaban por los muslos y llegando a mi coño. Me miró a los ojos y me dijo: “Te prefiero a ti”. Su lengua penetró en mí como un pulpo, estaba en todos los sitios, su velocidad me ponía
cachonda y mis fluidos empezaban a emanar.

Lo paré. Vi su polla caliente y la tuve que probar. En ese momento lo tiré del pelo, lo tumbé en la cama y me puse encima de él para dominar la situación y moverme libremente. Empecé lentamente para notar como su miembro se aumentaba de tamaño dentro de mi vagina caliente y deslizante. Mi amiga mientras le masajeaba los huevos para mantener su erección más tiempo, a la vez que lamía mi clítoris haciendo que entrásemos los dos en un profundo éxtasis. El chico me dijo que estaba a punto de llegar a lo que yo le dije: “Vamos a hacerlo juntos”. Con sus manos, dirigió el ritmo de mis caderas para que pudiera aguantar el tiempo  suficiente para prepararme yo. Cuando estuve, los dos empezamos a aumentar la velocidad. Yo noté el cosquilleo que entra antes de correrte y por su cara imaginé que él también. Me agarré a su espalda para fusionarme con él y corrernos juntos. Le marqué mis dedos en la espalda. Nuestra respiración iba al mismo ritmo.

Al terminar nos giramos hacia nuestra amiga con una sonrisa picarona, ella se tumbó en la cama y se dejó hacer. El chico se puso encima de mi amiga para que, con sus pechos, volviese a revivir su monstruo. Ella estrujó sus tetas alrededor de su polla y empezó a masajearla para que fluyera la sangre otra vez. Yo, seguía con mi lengua, las curvas de su cuerpo hasta llegar a su coño. Empecé a lamerlo y mi dedo juguetón se coló en su ano. Ella se sobresaltó pero luego se relajó y siguió pasando gusto. Sus tetas hicieron que se le pusiera dura a nuestro invitado otra vez. Mi amiga lo hizo descender hasta que su polla entró en su vagina. Esta vez él estuvo encima. Empezó a arremeter contra mi amiga que estaba a su total merced. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Mi amiga, con cada embestida, soltaba un grito de placer. Saber que mis vecinos nos podían escuchar me ponía más cachonda aún. Así que cogí las tetas de mi amiga y empecé a chupar los pezones para que gritara más fuerte. Lo conseguí. Le dije al tío que también hiciese mucho ruido. No podía aguantar más y empecé a masturbarme con el vibrador, y yo me uní al griterío, con ellos dos. Al final me volví a correr al ver como mis dos amigos sexuales se corrieron también. Nos tumbamos los tres en la cama y el tío se puso a lamerme los pezones, jugueteando.

Tuve una brillante idea. Con el calor que hacía, fui al congelador a buscar un bote de helado. Al  tumbarme en la cama, hice una bola de helado con la cuchara y me la puse en las tetas. Se pusieron a lamer el helado, que se escurría entre mis pechos y tenían que perseguir con la lengua. Esa sensación de frío en mi cuerpo contrapuesta con la de las lenguas de mis dos acompañantes me encantó. Otra bola de helado me puse para que siguiera ese juego de lenguas sobre mi cuerpo. Por último, me puse una cucharada en la boca para compartirlo con mi nuevo juguete sexual. Jugamos con el helado hasta que se fundió y nos resbaló por la boca. Con su lengua, lamió las gotas que me caían y volvió a terminar en mi boca, volviéndome a dar un largo beso. Siguiendo comiendo helado el chico se puso encima de la polla. Con el calor de su sangre fundió rápidamente el helado y tuvimos que esmerarnos para que no cayera ninguna gota. Mi amiga se giró y dijo que quería que le pusiésemos el helado en el culo. Dijo: “Lamedme el culo que me encanta”. Ni cortos ni perezosos nos turnamos para lamerle el culo mientras el otro lamía las gotas que le caían a su coño precioso.

Pegadizos, nos dirigimos desnudos al baño. Durante el camino, nos cruzamos a mi hermana… corrimos al baño sin pensarlo y cuando llegamos vi como se le había puesto durísima a mi amigo solo por el morbo de que lo haya visto mi hermana. Nos metimos en la ducha y el agua empezó a correrme por la cabeza, una gota siguió por mi cuello, rozó mis pechos y resbaló por todo mi cuerpo. Cogí la alcachofa de la ducha y me la puse en el coño para empezar a volver a masturbarme. Me olvidé completamente de mis invitados y ellos se unieron a la fiesta, el chico masturbándose y mi amiga también. Él en un momento de excitación se corrió en su cara y ella le respondió con una sonrisa y recogiendo el semen con los dedos y lamiéndoselos. Mi amiga le respondió corriéndose también en su cara, sus fluidos le resbalaron por su boca imposible de absorberlos todos. Yo seguía en mi mundo con los chorros de agua haciéndome cosquillitas en mi clítoris. Al salir de mi ensimismamiento nos empezamos a enjabonar los unos a los otros. Las dos cogimos la polla y empezamos a limpiarla. La tenía enrojecida de tanto usarla pero nuestros coños estaban igual. El agua era revitalizante. El agua fría nos escocía en nuestras enrojecidas partes. Él empezó a estrujarnos las tetas, enjabonándolas y dejándolas como los chorros del oro. Mientras caía el agua, nos restregamos. Nos volvimos a correr los tres, la presión de nuestros pechos en su polla hacía verdaderos milagros. Cobraba fuerza misteriosamente y volvía a ponerse incluso más dura. Mientras mi amiga, se lo pasaba bomba con la alcachofa a mí me hacían un cunnilingus monumental. Esa lengua ya se conocía todos mis recovecos y donde me encantaba. Que rápido aprende este chico. No me lo hubiera imaginado cuando le dije lo del trío.

Después de la ducha, nos fuimos los tres a secarnos al balcón. Sacamos tres sillas y nos sentamos. La gente se asombraba al vernos pero nosotros no le hacíamos caso. Me excitaba ver a la viejecitas que pasaban quedarse ahí plantadas, horrorizadas, con las manos en los ojos y mirando a través de los dedos. Los chicos que se pegaban para vernos a las dos toquetearnos cayéndoles la baba y las chicas observando el miembro erecto, palpitante. Estuve por decirle a alguno que subiese pero no me resistí y seguí jugando con mi amiga. Había un grupo de chiquillas farfullando, yo me acerqué a la polla y la empecé a chupar. Mi amiga se unió. El
cuchicheo de las chicas pasó a ser un griterío. Oír sus gritos hizo que su polla se pusiera más dura que antes lo que hizo que en ese momento, cuando la tenía toda dentro de mí casi me ahogase. El chico tuvo la idea de dar espectáculo y hacer que su corrida cayese por el balcón. Ni corta ni perezosa hice que pusiese la polla por encima de la barandilla, me escupí en la mano y empecé a masturbarla con brío, se notaba que ya no le quedaba demasiado cargamento, pero al final se corrió. El chorro de semen terminó encima de un coche. Las chiquillas se acercaron al coche para mirarlo hasta que una con un dedo lo cogió y lo lamió. Su cara de asco fue un poema, todas sus amigas se rieron. Por la pinta que tenían sabía que todas terminarían chupando pollas como unas guarras de mayores. Nosotras dos también decidimos hacer lo mismo con nuestras corridas. Mientras mi amiga se masturbaba con los dedos, yo le dije al chico que me comiera todo el coño para ir más rápido. Cuando estuve a punto, me puse en la silla apuntando hacia la calle. Mis fluidos cayeron formando un charquito en la acera, al lado de de los de mi amiga. Los chicos no se esperaban eso y se quedaron con los ojos como platos. Quisimos seguir actuando haciendo una paja con los pies, pero ya no se le ponía dura. Había echado el último aliento su polla.