Tened en cuenta que en esta entrada
contaré sentimientos que ni mis propios padres saben que pasé, ni lo mucho que
sufrí por dentro. Demasiado creo yo porque desde que dejé de estudiar en el pueblo
todo me ha ido genial, pero estas heridas son muy profundas y solo ahora,
después de ocho años ha habido una mujer, no de mi familia, que me ha empezado
a subir otra vez la autoestima como otras pocas hicieron en el pasado. Y lo
cuento aquí, en Twitter, porque es donde ha ocurrido todo y sois los primeros
que quiero que lo sepáis.
Todo empezó años atrás, que yo recuerde
en primaria, en primero o en segundo. Ya había niños hijos de puta con mala
intención que me daban de lado. No sé el motivo, evidentemente éramos niños y
cualquiera sabrá, pero la cosa es que ya un niño con bastante carisma convenció
a la clase para que no me hicieran caso. Mi madre convenció a la profesora para
que interviniera y se solucionó. Luego me junté con unos pocos que también eran
un poco raritos como yo e hicimos piña. Recuerdo esos años de primaria buenos,
hasta quinto donde empezaron a hacerme “bromas” para ellos. No me hacían
ninguna gracia. Ya ni me acuerdo que me decían pero a algunos de mi pueblo, ni
los saludo. A veces mi padre me dice que preguntan por mí, pero a mí me la suda
que hagan ellos con sus vidas. Es que en realidad como si están muertos. Es
así, fastidiaron mi infancia con bromitas y con eso es con lo único que soy
rencoroso.
Llegué al instituto y todo iba bien hasta
que se produjo una catastrófica desdicha para un niño que acaba de entrar en la
adolescencia. Como os conté una vez tuve una torsión testicular. Pues a los 12
fue. Imaginad a un niño diciéndole a su madre que le duele el testículo
izquierdo. Peor porque el dolor se produce más arriba, en la ingle. Todo empezó
por la noche con un ligero dolor. Yo no le di importancia. Así como pasaba la
noche, me dolía más y más hasta que no pude retorcerme más de dolor y se lo
conté a mi madre. Mi madre me preguntó si me había estado tocando y muriéndome
de vergüenza y dolor le dije que no. Que hacía un buen rato que me dolía y que
no podía dormir. Fuimos a urgencias del pueblo y nos enviaron a la ciudad
porque es donde estaba el hospital ese entonces. Una hora de camino
retorciéndome de dolor. Mi padre no podía ir más rápido por la carretera.
Cuando llegamos a urgencias de la ciudad, me dieron un calmante, justamente en
forma de supositorio, me tocaron los huevos no sé cuantas manos, tanto de
hombres como de mujeres, y me hicieron una ecografía, la cual confirmó que era
una torsión testicular. Me dijeron que era muy probable que lo perdiera pero el
calmante ya había hecho efecto y me daba todo igual. Ahora mismo os puedo decir
que o pudieron reanimar, palabras del médico, y tengo dos testículos bien
sanos. Todo esto viene porque a mis doce años yo era un inocentón y confiaba en
todo el mundo y como esta operación fue un trauma para mí necesitaba hablarlo
con alguien. Fue mi perdición. Lo que vino después sí que fue un trauma y un
suplicio. Mi operación se extendió por el instituto como la pólvora y todo el
mundo lo sabía y me hacía mofa. Incluso adolescentes más grandes. Sufrí mucho y
sabía que eso no iba a quedar ahí. Mis notas bajaron bruscamente, me encerré
sobre mí y lo único que hacía era ir al instituto, sufrir, y volver a casa a
imaginar cómo mataba esa gente o como me mataba a mí. Recuerdo que cuando
llegaron las primeras notas en casa fue horrible. Las escondí y le decía a mis
padres que no las tenía hasta que ya me dijeron que debía entregarlas firmadas.
Así que se las enseñé. Que mal lo pasé. Mi padre no daba crédito. Yo no sabía
que decir. Él me presionaba y me presionaba para que le diera una razón y me
moría de vergüenza de contar que me acosaban por la operación. Ahora lo pienso y
los que se tenían que avergonzar son los que se metían conmigo. También me
acuerdo como me lo sacó mi padre. Con dos sopapos bien dados y entre lágrimas
confesé todo lo que había sufrido. Después de una larga charla, haberme
serenado, mis padres decidieron ir a hablar con el director de la escuela. No
me acuerdo de que se habló porque creo que no entré. Tengo todas las soluciones
a mis años de bullying olvidadas. Lo que me marcó a fuego fue esa traición del
primero que se lo conté. Nunca más he sido tan abierto como ese año. Esa coraza
inquebrantable ha penetrado fuerte en mi y nadie ha decidido romperla, ni yo
para no sufrir más. Nunca más he vuelto a sufrir porque nunca más me he vuelto
a abrir, ni con mis mejores amigos. Nunca se sabe quién te va a traicionar como
me han enseñado los años siguientes.
El segundo año de instituto me volvieron
a operar. Esta vez de un pie plano, pero a alguien de mi clase, que ahora de
mayor quiere saber de mi vida, le pareció muy gracioso llamarme pato mareado. A
todo esto, aparte de llamarme pato mareado me iban haciendo quack, quack cada
vez que pasaba a su lado. Otra cosa que me iba a perseguir toda mi adolescencia.
Esta vez no dije nada pero un día saliendo del instituto uno de estos
repetidores que se cree gracioso me dio una bofetada en las orejas porque le
hizo gracia con la suerte de que mi madre, porque vivimos cerca del instituto,
lo vio, se volvió loca y lo persiguió como una loca. Al final dejó que se fuera
pero fuimos a su casa. Llegamos y tocó al timbre. Yo les conté todo lo que
había pasado ese año. El tonto se disculpó. Mi madre le dijo que no se volviera
a acercar a mí porque discutiendo allí había dicho que podía ser mi amigo.
Gente así no la quiero cerca de mi hijo dijo mi madre. La madre del otro estaba
toda indignada. Me parece que la madre también era un poco corta. Da igual, la
cuestión que otro año de bullying y mi adolescencia al garete. Ahí sí que me
cerré en banda y mi coraza ya era de diamante. Ningún sentimiento entraba o
salía de ahí.
Tercero y cuarto fueron tranquilos, pero
como os podéis imaginar ni salía, ni me relacionaba lo más mínimo. De cara a la
galería estaba bien. Seguía con mis estudios y parecía que eso era lo único
importante para mis padres. Siempre he sido buen chico, sincero, sensible, pero
me convertí en un robot. Siempre la misma rutina, siempre la misma cara. Tener
que fingir en mi casa que todo iba bien dentro de mí aun lo suelo hacer, pero
ya no tanto. Los días que estoy jodido se me nota y los días que estoy contento
también. Sé que me desvío pero son cosas que aun hoy me afectan y son parte de
mí y de mi carácter. De cómo soy y de cómo me veréis en Twitter porque también
me comporto así.
Y llega bachillerato. Suerte que tengo
páginas infinitas en el Word porque esto es complicado de explicar. Pero
empecemos por el principio. Donde vivo es un municipio formado por tres
pueblos. De estos tres, solo en el mío se hace bachillerato porque en los otros
no habría gente suficiente para hacer clases. La cuestión es que empezaba
bachillerato y venía gente nueva que no conocía y que tampoco sabía de mi
pasado en la ESO. Aunque no os lo creáis todo lo que me pasó en primero y en
segundo aun había gente que se acordaba y yo lo notaba. Notaba como me miraban
diferente. Así que para explicar bachillerato, al menos el primer y el segundo
año, tengo que explicar tres grandes bloques: la gente nueva, mis mejores
amigos y repetir.
Empecemos por el primero. Comenzó el
curso y llegó mucha gente nueva del otro pueblo, también había gente con la que
no había ido nunca porque no coincidimos en clase. Así como iban pasando los
meses de curso yo notaba que gente nueva también me hacía la bromita del quack
quack y cada vez que se lo preguntaban no me decían nada. Alguien debía estar
contando cosas a mis espaldas, pero no llegaba a discernir quien era. Otro día
llegó a mis oídos que alguien había contado a los nuevos lo de mi operación. Después
había uno que me hacía la vida imposible. El típico gracioso que si no se mete
con alguien no sirve para nada. Para colmo era hijo de una profesora así que
estaba protegido y hacía lo que le daba la gana y sus consecuencias es que me
podía molestar con total libertad. Imaginaos aguantar este chaval subnormal,
mas enterarme de que los nuevos del otro pueblo ya me miraban mal también. Un
día estallé y cogí a uno del cuello. Puede ser que no tuviera culpa alguna y la
verdad él era uno de los que se portaba bien conmigo, pero fue la gota que
colmó el vaso. Esos años iba bien con las asignaturas pero alguna se me
resistía. Un día llamó a casa mi tutora, coincidiendo con que había cogido del
cuello a ese chico y se lo conté todo. Lo de las molestias incesantes por parte
del hijo de la profesora. Esta vez sí, volvimos mi padre, mi madre y yo a
hablar con el director y aquí hablé yo. Le expliqué que todo el tiempo tenía
que aguantar sus chorradas, que se metía conmigo y que no estaba cómodo en
clase y eso afectaba a mi bienestar y a mis estudios. Incluso en las clases que
daba el director su comportamiento era peor. A lo que el director contestó que
eso eran cosas de críos, que era imposible que afectara a mis estudios. Como
decía antes, este chico estaba protegido y lo único que hicieron en este
instituto de mierda fue “hablar” con él. Mi madre hecha una furia le dijo que
si a él alguien le estuviera molestando alguien cada instante mientras hace su
trabajo lo seguiría haciendo bien? No hubo respuesta. Salimos de esa reunión,
mis padres cabreados por la ineptitud de ese director y yo con más ganas que
nunca de abandonar ese instituto. Digamos que se “solucionó” porque el chico
protegido aprobó y se fue a la universidad y yo me quedé repitiendo curso.
Pasemos al segundo bloque. Mis mejores
amigos. En clase había un mejor amigo de la infancia para mí. A este mejor
amigo lo llamaremos gilipollas a partir de ahora. Pero ese año ampliamos el
grupo de amigos y conocí a más gente y les caí bien. Qué raro porque en general
solía caer mal a la gente. Ese hecho hizo que dejara de “idolatrar” al
gilipollas y abrirme más, pero siempre sin quitarme la coraza. Yo creo que ahí
es cuando empezaron a meterse conmigo los nuevos, a enterarse de las cosas de
mi pasado que ni les iba ni les venía. Este gilipollas siempre te hablaba de
las cosas que hacía él como si fueran oro y las de los demás una mierda. Ahora
que lo veo desde lejos, entiendo comportamientos suyos que me parecían raros
pero no le daba importancia porque era mi amigo pero ahora sé que es porque era
gilipollas. El gilipollas este, si no lo habéis deducido, os lo explico yo. Era
él, el que iba contando mis cosas a mis espaldas para caer bien. Te doy la mano
por delante, pero te apuñalo por detrás y me hago el graciosillo. De esto me
enteré demasiado tarde, cuando me quité la máscara que me había puesto el
gilipollas durante tantos años para que lo viera normal. Tener un mejor amigo
tantos años y que después te haga esto no es para no querer tener más amigos.
Ya no sabía que ponerle a mi corazón para que no se cayera a pedazos. No es que
fuera un puñal que atravesara la coraza sino que ya llevaba dentro antes de
crearla. Era un puñal que el gilipollas fue formando durante años y os digo que
me dejó bien abierto en canal. Con amigos como este, no me hacía falta tener
enemigos, él me los creaba y él también lo era. Suerte que gracias a él tuve
buenos amigos que me apoyaron cuando quitó el puñal sin miramientos y noté la
gran herida.
Y terminemos el último bloque, repetí
segundo de bachillerato. Ese año fue para mí, el más tranquilo en clase porque
ignoraba a todo el mundo, iba a mi rollo y me sentaba solo. Cogí y me senté delante
de la mesa del profesor y cada vez que me decían si me quería poner con alguien
les decía que estaba muy bien solo. Pero no todo fue un camino de rosas. Tenía
detrás a dos chicas guapas y tontas de mentalidad. Cada vez que me hablaban, lo
hacían riéndose de mí. Se pensaban que yo no me daba cuenta, pero ese año me la
pelaba todo. Sabía que me iba a ir de ese tugurio de instituto para ir a la
universidad y nadie me lo iba a impedir. A final de curso hicimos una cena y
salimos de marcha por la ciudad. Cuando estábamos bebiendo y emborrachándonos
después de cenar en una plaza. Una se atrevió a pedirme lo que todos debían
estar pensando todo el año. Me dijo, palabras textuales, tú cuantos huevos
tienes? BOOM! Y vuelta a los recuerdos de primero de la ESO. Dos le contesté.
No supe que decir más. Hubiera sido ahora me toca los huevos, literalmente,
delante de todo el mundo. Me cayó como una bomba. Vaya tía más gilipollas.
Y así fue mi adolescencia y por eso soy
como soy. Como podéis haber notado mi contacto con las mujeres fue ínfimo, por
no decir nulo. Ni gustaba ni quería que me gustaran. Tenía un corazón roto y
lleno de cicatrices que aun sigo teniendo y me frenan al tener que querer a una
persona. Me duelen cada vez que intento abrirme y me hacen callar por lo que
puede pasar. Si me duele el corazón cuando lo voy a contar, son mis cicatrices
que me avisan. Nunca desobedezco esas señales porque así estoy más seguro pero
más solo.
Los sentimientos que he tenido al
recordar mi adolescencia han sido los siguientes. Cuando estaba escribiendo lo
de la torsión testicular me he puesto a llorar, lo pasé muy mal y era muy
joven. He tenido que dejar de escribir porque tenía que serenarme. En el bloque
de bachillerato la sangre me hervía de rabia. Aun odio a todos los gilipollas
con que me encontré y cada vez que hablo de ello me pongo furioso.
Muchas veces soñé que si pudiera volver
al pasado, iría a mi yo de 12 años y le diría que no contara nada sobre las
operaciones. Da igual quien lo preguntara. A nadie le importa. Hay que tener
secretos para uno mismo. Y me diría que me buscara amigos nuevos y que me
apuntara a algo. Da igual el que, pero serviría para relacionarme.
Y mientras tanto aquí estoy yo repasando
cada una de las cicatrices que recorren mi corazón, apretándolas para que
duelan y suelten hasta el último detalle.
Gracias por leerme hasta el final. Me
despido con mi corazón dolido pero contento de haberlo escrito y que algunos de
vosotros lo lea.
Eres muy valiente contando esto, te admiro, eres un tío de puta madre que ha salido muy bien adelante a pesar de las dificultades! Sigue siendo como eres porqué eres el mejor! �� Lover... (E)
ResponderEliminarQué quieres que te diga? Adelante!!! Lo pasado han sido experiencias vividas, has aprendido duramente lo que es una traición. Nadie debería pasar por eso. Has caído, has sufrido, pero te has levantado y te has enfrentado a tus miedos, le has abofeteado y te has plantado de pie frente a tu futuro. Compañero, eres un ejemplo a seguir, valiente. Ya nadie va a poder contigo. Recibe un fuerte abrazo de un desconocido. Gracias por compartir tu experiencia. No caerá en saco roto
ResponderEliminarChico balear,
ResponderEliminarValiente eres al contar esto, y te ha servido para sacar monstruos del armario. Yo también sufrí "bullying" en el cole, no como el de hoy que es atroz, pero los típicos niños, y en especial una niña repelente, que te veían como blanco directo de insultos simplemente para hacer la gracia. Llegué al instituto muy retraída...
Algún día contaré esa historia, tengo que verme con valor de echar la vista atrás.
Un beso y sigue siendo tú, con tus virtudes y tus defectos. Al final nos tenemos a nosotros mismos.