lunes, 12 de septiembre de 2016

Comida familiar



Malditas vacaciones, malditas ideas de juntarse la familia. Hace un par de días tuve una comida de estas donde se junta toda la familia y hay gente que ni siquiera conoces. Fui a regañadientes. Con el calor que hacía, lo único que me ayudaba era saber que allí había piscina.

Llegamos a las 11, un poco pronto, por si teníamos que ayudar en algo. Empezó a llegar gente que ni sabía que existía. Esto es una prima de tu tío, esto es un hijo del hijo del hermano de tu padre, y así hasta que confundí caras y nombres. Soy malísimo para eso, hasta que llegó una prima, muy, muy lejana que tenía unas tetas enormes y de esa sí que me acordé de todo en detalle.

Nos presentamos y nos pusimos a hablar. Más por estar cerca de sus tetas que por conocerla, no nos engañemos, pero me sorprendió gratamente el ver que charlar con ella era muy interesante y tenía mucho por contar. Eso sí, no podía evitar mirarle las tetas de tanto en cuanto. Con la ropa puesta, me controlé bastante bien porque no mostraba toda su delantera.

Llegó la hora de la comida y seguimos hablando. Hablamos de la universidad, ella estudiaba también, pero se fue a una de fuera a estudiar. La comida fue espectacular. Una torrada donde había carne de sobra y después una buena siesta. Mentira, seguí hablando con mi prima lejana tetona, eso no hay que olvidarlo.
Cuando había pasado una hora al terminar de comer, el calor arreciaba y la piscina nos llamaba así que todos los que teníamos bañador o bikini nos metimos en la piscina. Éramos 15 dentro. Vaya locura. Todo el mundo mojándose, tirándose, restregándose. Yo sobretodo cerca de mi prima, la que también notaba que se pegaba mucho a mí. Muchas veces notaba sus enormes pechos pegados a mí y sus pezones duros, por la temperatura del agua, en mi espalda, mi brazo encajado entre sus pechos, su culo en mi paquete. Todas esas posturas casuales solo tenían una intención y de tanto en cuanto lo conseguían. Ella notaba mi polla dura en todo su esplendor. En esos momentos, se giraba y me guiñaba un ojo. Me ponía rojo y me moría de la vergüenza. Mierda, pensaba, esto está lleno de gente y alguien lo va a notar. Tuve suerte, nadie se dio cuenta. Y mientras seguía embelesándome con las tetas de mi prima. Yo también fui malo y le metí mano a sus tetas, mientras jugábamos “inocentemente”. Alguna de las veces que me tenía su culo apretado en mi paquete, mis manos se escabullían a su entrepierna. Ese coño húmedo y resbaladizo, le metía los dedos entre sus labios y notaba su calor. Cada vez que me atrevía a hacer eso cuando me separaba de ella, la miraba a los ojos y me chupaba los dedos. La excitaba saber que tenían su sabor. Cuando la gente se fue cansando de estar dentro del agua quedamos ella y yo hablando, a lo que me susurró al oído: “ve al baño y en cinco minutos estoy ahí, necesitamos probarnos mutuamente”.

Me fui para el baño. Me deshice del bañador húmedo que oprimía mi dureza y ahí plantado con la polla más dura que una piedra esperé a que apareciera mi dulce prima pechugona. Pero no puse el pestillo y la puerta se abrió. Cuál fue mi sorpresa cuando la que abrió la puerta fue una tía mía y no mi prima. Cerró la puerta de inmediato, pero la volvió a abrir y me repasó de arriba abajo. Yo me tapaba como buenamente podía pero mi erección era imposible de tapar. Así que se lo pensó una milésima de segundo y entró. Le dije: “no pongas el pestillo que no te esperaba a ti”. Me cogió las manos y me las quitó de delante para ver mejor la polla. Con un dedo la rozó y comprobó lo tensa que estaba. Se movió como un muelle. Está a punto. Se arrodilló y la cogió con su mano derecha mientras que con la izquierda acariciaba los huevos cuando entró la prima por la puerta y se sorprendió. Entra, entra, le dije, se ha añadido. Le hizo gracia la idea porque vio mi polla como palpitaba al verla. Se desprendieron de sus ropas y se arrodillaron ante mí. Me acojoné porque si no podía con una como lo iba a hacer con dos. Dejé que me lamieran por turnos. Pensé: “ahora sí que empieza la comida familiar”. Mi prima con sus enormes pechos me rodeó la polla y los estrujó contra ella moviéndose rítmicamente. Mientras yo con mis dedos, digiturbaba a mi tía que iba húmeda al haberse encontrado la situación hacía unos minutos. Como con mi prima, miraba a mi tía a los ojos cada vez que me lamía sus jugos.

Mi prima y yo nos tumbamos en el suelo. Ella seguía haciéndome una gran mamada mientras yo tenía el coño de mi tía en la boca. Esa mujer era un pozo sin fondo, mojada al 100% disfrutando de mis lamidas y mis dedos juguetones. Mi polla necesitaba descansar porque sinó me iba a correr y eso no era justo. Le dije a mi tía que se vistiera y fuera a buscar hielo para bajar la temperatura de mi polla. Mientras ella no estaba, me dediqué al coñito joven de mi prima. Lo contemplé. Lo abrí bien con mis dedos y le di un lametón de arriba abajo. Así mi polla seguía descansando y no dejaba que mi prima abandonara el estado de excitación. Sus flujos vaginales solo hacían que lamiera, chupara y jugara con mis manos con más avidez. Mi prima se mordía los labios, su respiración era entrecortada, no podía gemir porque sino la escucharían.

Llegó mi tía con el hielo y esta vez sí que puso el pestillo. Cogí un hielo en cada mano se lo puse en la entrepierna a mis familiares. El frío después de tanto calor era una bendición. Ellas hicieron lo mismo conmigo. Moví los hielos subiendo hacia su ombligo y luego a sus pezones. Iba haciendo los movimientos de forma simétrica. Ellas hicieron lo mismo con los suyos. Me metí uno en la boca cubierto por los fluidos de uno de sus chochetes y luego el otro, saboreándolo. Luego me acerqué a mi prima y le di un largo beso mientras le pasaba el hielo. Mientras ella lo tenía en la boca, hice lo mismo con mi tía. La besé. Noté la diferencia entre las dos. Se notaba más la experiencia de mi tía aunque mi prima no lo hacía nada mal. Para ser sincero, yo era el que lo hacía peor. Volví a mi prima para que me devolviera el hielo, pero ya se lo había comido. Solo me quedó compartir otro largo beso jugando con las lenguas y mi tía que se aburría, me estiró y me besó también. Cuando paró, me di cuenta que mi erección volvía a estar a tope.

- ¿Alguien tiene un preservativo? - pregunté.
- Creo que yo tengo uno, pero no lo voy a usar contigo. Tengo mis límites – dijo mi tía.
- Pues si tú no lo usas, lo usaré yo – dijo mi prima arrebatándole el condón a mi tía. – Siéntate – me dijo.

Me senté. Con sus habilidosas manos me lo puso y se insertó mi polla en su caliente coñito. Nuestra tía se quedó mirando y sin poder evitar que sus manos se fueran a la entrepierna. Mientras mi prima subía y bajaba rítmicamente. Sus tetas me hipnotizaban. Sus músculos vaginales se contraían y hacían que la fricción entre los dos fuera mucho mayor. Me agarré a su culo y sentía la potencia de penetración que ejercía. Estábamos los dos a punto, lo notaba en su mirada, en sus gemidos, en sus latidos cuando ponía mi cabeza entre sus tetas. Aumentó la velocidad cuando ella sabía que iba a terminar. Al llegar al punto, par ano gritar, me mordió el hombro dejándome una buena marca. Mierda… como lo voy a contar luego… me haré el loco, pensé. Nos corrimos los dos. Llené el preservativo. Cuando mi prima desenvainó mi polla se vio todo lleno de semen. Me lo quité e hice un nudo, pero siempre quedan gotitas que aprovechó mi prima saboreándolas con su lengua húmeda.

Mi tía mojada y chorreando todas sus piernas nos miraba como suplicando un orgasmo. Se sentó en el váter que ya estaba resbaladizo gracias a mi prima, abrió bien las piernas y se dejó hacer. Con mis dedos corazón y anular empecé a digiturbarla ferozmente mientas que con mi pulgar masajeaba el clítoris palpitante. En pocos minutos se corrió ya que mientras estábamos follando mi prima y yo ella no dejó de tocarse un instante. Al estar a punto de correrse, abrí yo mi boca y dejé que todo cayera dentro para saciar mi sed.

Al haber terminado me levanté y lo compartí todo con mis recientes conocidas familiares mediante un largo beso. Uno a uno y en distintos momentos fuimos apareciendo con el resto de la familia disimulando que hubiera pasado nada. Y así es como una comida familiar aburrida se vuelve entretenida.

sábado, 3 de septiembre de 2016

La primera visita



Que nervios... Era la primera visita después de mucho tiempo... Ese olor a desinfectante de los hospitales que tan poco me gusta me incomoda bastante. Miraba alrededor y la gente que me rodeaba también parecía nerviosa. Estaba esperando a que me llamaran. Tenía hora a las 10:35 y faltaban aún 10 minutos. Que espera más larga. Tenía que tranquilizarme. Recordando mi época de niño que para distraerme me compraba un cómic de Mortadelo y Filemón, eso hice. La verdad que el tiempo pasó volando así que cuando escuché @Sincere_Eyess me sorprendí. Ya era la hora. Tenía que entrar. 

- Bienvenido @Sincere_Eyess. Viendo su historial médico ha pasado mucho tiempo desde tu última visita.
- Ya ve si hace tiempo. Es como mi primera vez (risa nerviosa)
- Debido a lo que he leído en su historial, le haremos una exploración completa. Pero primero hábleme de como se encuentra.
- Pues mire doctora, yo estoy muy bien. Solo he venido aquí porque ya me toca.
- Entonces no perdamos más el tiempo. Bájese los pantalones y empecemos la exploración. 

Me bajé los pantalones y si os pensáis que se sorprendió vais bien equivocados, pero me soltó: "que bien rasurado va usted. Es de los pocos que lo hagan tan bien." Me puse rojo como un tomate porque la enfermera también le dio la razón.

Me relajé, me tumbé en la camilla y dejé que empezaran a hacer su trabajo. Escuché el sonido de los guantes de látex al ponérselos. Me recorrió un escalofrío por la espina dorsal. Es lo que se llama ASMR. Me cogió el pene, lo colocó a un lado para que no le molestara. Estaba muy tranquilo ante los palpaciones que me estaba haciendo la doctora de los testículos. Los rodeó con sus dedos, los sopesó, soltando: "buen tamaño y parecen estar con un funcionamiento correcto pese a su historial". Yo le dije: "ya se lo he dicho doctora. Estoy perfectamente lo que pasa que me toca revisión." Ahora empezó la revisión individual. Cogió el derecho con el dedo índice y pulgar y apretó. No me dolió, pero esa presión me distrajo así que me incliné hacia delante para ver que me estaba haciendo en la entrepierna y en vez de eso me fijé en su profundo escote. Ahí mi polla empezó a palpitar, lentamente, pero yo sabía que la sangre empezaba a fluir. Ella creo que lo notó. Siguió haciendo su trabajo.

Ahora pasó al izquierdo. En esto se centró mucho más, ya que era el problemático. Antes de empezar: "respire hondo y relájese que esto no es nada excitante". Me volví a tumbar y dejé mi mente en blanco, pero como "jugueteaba" (Yo sabía que estaba haciendo su trabajo) con mi testículo. Éste lo apretó de todos los lados, hasta tal punto que alguna que otra vez me dolió. Repasó que todo estuviera en su sitio. Noté sus manos cálidas, que lo manipulaban lo más suavemente que podían, y de repente paró.

- Ya está hecha la primera revisión. Sus testículos están perfectamente. Ahora pasemos al pene.

Respiré hondo y recé para que no me traicionara. Aún estaba como lo había dejado, relajado, pero esta vez no sería tan fácil. Retiró la piel del glande para examinarlo. Con sus guantes patinaba sobre mi piel. Miró el color, el tamaño. Revisó toda la longitud del pene. Lo iba apretando. Seguía el recorrido de la uretra. Me recorrió otro cosquilleo. No lo pude evitar. Ya teníamos la erección allí. En serio, no sabía donde meterme. Más rojo que un tomate. "Ahí está" soltó la doctora y la enfermera también. "Esta vez has ganado tú, enfermera". No entendía nada, así que pregunté. 

- ¿De qué estáis hablando?
- A veces, cuando tenemos pacientes tan jóvenes como tú, la enfermera y yo apostamos cuanto tiempo estaréis en tener una erección.
- Ja ja ja, ni puta gracia me hace, pero si vamos a jugar, juguemos bien. Doctora usted siga con la exploración y enfermera hoy te vas a bajar tú también los pantalones, que yo no me quedo sin jugar. Bájatelos y súbete a la camilla que te voy a comer todo lo de abajo.
- Pero si tengo novio - dijo la enfermera.
- ¿Sabe él que haces apuestas para provocar erecciones? - negó con la cabeza - Entonces tampoco va a saber que un paciente te ha comido bien el coño.

Se apuntó al lío. Subió a la camilla sin pantalones. Ella también era muy joven y rebosaba vida. Se acercó con reticencia, pero cuando vio que lo primero que hacía era humedecer la zona con la lengua para que todo estuviera más lubricada se relajó. Todo esto lo hacía mientras la doctora se untaba el dedo para inspeccionarme la próstata. Era el momento que más nervioso me ponía, pero con la enfermera tapándome la boca casi ni me acordaba.  La enfermera me cogió la cabeza y me la metió entre sus piernas animando a la doctora a que empezara el trabajo. Para estar cómodo, tuve que usar la lengua para colocar sus labios con los míos. No usaba las manos porque una la tenía en su culo y la otra en sus pechos. Su clítoris estaba caliente y palpitante. Usé la lengua para probarlo, para excitarla y para excitarme. La doctora jugaba con mi polla y aun no había empezado la revisión. La enfermera entre gemidos cortos y sordos le dijo: "doctora, tenemos otros pacientes" a lo que contestó: "a ti no te veo con muchas ganas de que entre otro y que te has olvidado de tu novio ;)". Mientras yo no dejaba de lamer como un loco y cuanto más lamía más se humedecía ese coñito que me ponía enfermo y que me curaba con sus jugos. La doctora me dijo: "hoy te vas a correr sin que te toquen la polla".

Abrí bien las piernas, pero no iba a bien. Tenía que ponerme a cuatro patas así que me giré, la enfermera se tumbó en la camilla. Yo seguí comiendo y ella gimiendo y la doctora separando mis nalgas. Entró con miramiento. Empujando suavemente, con cuidado y el dedo bien lubricado. Me sorprendí a mí mismo porque mi culo no se resistió mucho, pero yo sabía que cuando estaba concentrado en un tema todo lo otro se desvanecía. Palpó hasta encontrar ese bultito al que llaman punto P o próstata para la uróloga. Primero lo examinó como parte del tratamiento, pero cuando empezó a mover el dedo en círculos sabía que ya había terminado. Notaba como el cosquilleo empezaba, una presión de líquido preseminal en mi uretra. Salió el líquido transparente que lubrica el camino al semen. Chorreaba formando un hilito que colgaba de mi polla. La doctora lo recogía con el dedo, lo sé porque lo notaba en la punta del glande. Seguía masajeando el punto P y eso de que no puedes controlar cuando te vas a correr es cierto. Vino sin previo aviso al igual que el de la enfermera. Nos corrimos los dos. Yo terminé con la boca empapada y al incorporarme vi que la doctora tenía la mano llena de mi semen y lo relamía. Le ofreció a la enfermera que con mucho gusto aceptó.

Nunca le había contado esta historia a nadie antes. Por eso he mantenido en secreto la identidad de la doctora y la enfermera.